viernes, 16 de junio de 2017

Incertidumbres británicas


Hoy publico en El Correo un artículo sobre la situación política británica titulado "Incertidumbres británicas". Aquí adjunto la imagen, pero tenéis el texto completo abajo por si os resulta así de más fácil lectura.

A ver si os parece interesante...


 



INCERTIDUMBRES BRITÁNICAS



Hace una semana que se celebraron las elecciones en el Reino Unido. Si les digo la verdad, no creo que el 8 de Junio fuera un día para envidiar el pasaporte británico. Elegir entre Theresa May y Jeremy Corbyn no me parece un plan muy atractivo.



Lo mejor que puede decirse de Theresa May es que asumió una tarea imposible. Una vez que los padres del Brexit, sorprendidos por su propio éxito, se pusieron de perfil ante la responsabilidad de gestionar semejante entuerto, el camino quedó expedito para quien no era madre de la criatura, sino a lo sumo una prima invitada tarde y mal al bautizo.



Pero lo cierto, por no resultar condescendiente con ella, es que empeoró la situación recibida. Irritó a sus socios europeos poniéndolos en contra con declaraciones y posicionamientos improvisados, que se modificaban según el día, entre absurdos a veces y tontos otras. Quizá ganó alguna simpatía entre los pata negra del Brexit, pero al precio de complicar la negociación con sus socios europeos de una forma poco favorable a sus propios intereses. Si bien es cierto que May recibió una mano difícil no lo es menos que a pulso ha ido empeorando cada una de sus cartas malgastando en disputas accesorias el crédito que en Europa pudiera tener sin haber empezado siquiera las negociaciones.



Que nos hable ahora de los errores en materia de seguridad no aumenta su credibilidad, puesto que ella ha sido Ministra de Interior por más de 6 años, de 2010 hasta el mismo día que fue nombrada Primera Ministra. Si se hubieran dado esos errores políticos graves tocaría pedir la dimisión de la persona que ha sido la máxima responsable durante los últimos 7 años.



Con ser May una mala candidata, no tengo claro que Jeremy Corbyn fuera una opción más fiable. Admito que pueda despertar más simpatía personal pero no mayor credibilidad política. Su Manifesto, más propio de los años previos a Neil Kinnock que del año 2017, es una lista de deseos más que un programa equilibrado de gobierno. En su equipo no está lo más fino ni experimentado de su partido. No pondría yo la economía de mi país, ni su política exterior, en sus manos por más simpático que se me haga.



Ambos, tan distintos, coinciden a mi juicio en algo: ofrecen una política vieja, que viene del pasado, frente a una Europa que caricaturizan y un mundo que ya ha cambiado y es distinto al que ellos describen ante sus respectivos públicos.



Los británicos han optado por dar una magra victoria a May. Una victoria que pronto podría convertirse en pírrica para ella. Un gobierno en minoría o con el apoyo de un grupo como el DUP, con posiciones morales, religiosas y políticas más que preocupantes, augura un futuro difícil para la Primera Ministra. ¿Le perdonará su propio partido el fracaso de su apuesta? ¿Soportará May la fortísima presión a la que está sometida? ¿Son inevitables unas nuevas elecciones este mismo año con un nuevo líder tory?


Si May puede resistir será por la ausencia de liderazgos alternativos. Los halcones (y algún que otro buitre) acechan, pero parece que dudan de momento en lanzarse a degüello, no por lealtad, sino por prudente cálculo: hacer frente a la situación del país y del partido sin morir en el intento requiere la grandeza de un Churchill o al menos la férrea obstinación de una Thatcher. No se ve nadie así por ningún lado.



El caso es que, aguante o no May como Primera Ministra, la posición negociadora del Reino Unido queda muy tocada. May pidió a los británicos un mandato mayoritario para aumentar su fuerza ante una negociación dura. Su posición negociadora pierde ahora muchos enteros y parece que comienza ya a rebajar ambiciones y tono.



El tiempo corre tras la invocación del art. 50 del Tratado de Lisboa por parte de May. Tenemos poco más de un año efectivo de plazo y Europa aguarda sentada a comenzar un proceso de negociación para el que no sólo no parece haber interlocutores por parte británica, sino que no hay una propuesta clara, coherente o si quiera realista que discutir. El problema con el Reino Unido no es, como May quiere hacer creer, que quiera jugar duro, algo lógico y esperable a lo que Bruselas está muy acostumbrado, sino que parece no saber a qué quiere jugar y qué quiere obtener al final del partido.



May no ha ganado en Europa amigos que la ayuden ahora gratis et amore, salvo en labores relativas a la lucha contra el terrorismo, obviamente. En frente encuentra una instituciones europeas que tras años de dificultades se muestran hoy suficientemente estables, con liderazgos consolidados. En Alemania tenemos una Merkel sólida a la que Europa tiene mucho que agradecer. En Francia vemos un sorprendete Macron moderno, prometedor y fortalecido, capaz de ganar la confianza del país desde cero y capaz de tratar de tú a tú, sin levantar el tono ni perder la compostura, a dos toros bravos como Putin y Trump.



Frente a un Reino Unido desorientado, unos Estados Unidos en profunda crisis política, una Rusia que da miedo y una China sólo interesada en el gobierno global en lo que a sus negocios favorezca, Europa parece en comparación la mejor apuesta. En la inconsciente partida propuesta por Cameron parece que a día de hoy pierden más los británicos que el resto de los europeos. Con sus limitaciones e imperfecciones, la Unión Europa se confirma como la mejor experiencia de democracia y prosperidad probablemente de la historia. Es mejor estar lealmente dentro.


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